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Antropólogo, pero estudiante de vocación. Tratando de pensar, con resultados modestos

jueves, 9 de julio de 2009

García, el maniqueo (I)

En este pequeño escrito quisiera referirme a la fantasía cósmica del presidente del Perú, Alan García, aquella que en su artículo del 28 de junio publicado en el diario Expreso (de pasado fujimorista oscuro) titulado "A la fe de la inmensa mayoría" señala que en la Latinoamérica de inicios del siglo XXI se está librando una "guerra cósmica" entre dos fuerzas primordiales: el bien (encabezados por García y que defienden el neoliberalismo a ultranza) y el mal (Chávez y todos sus cachorros, dispuestos a llevar el sucio socialismo barato hasta las últimas consecuencias). Aunque cabe mencionar que García, en “El síndrome del perro del hortelano”, ya había adelantado lo que ahora estamos tratando de analizar: aquel que se oponía al progreso de la nación bajo el dogma del libremercado que él dignamente encabezaba, era el depositario de “ideologías superadas”; era quien pensaba “si no lo hago yo que no lo haga nadie", era, en suma, el perro del hortelano. Este pertenecía para García a un espacio ahistórico de atraso, mezquindad y violencia represiva, campo nefastos para el nacimiento de la “luz”, representada por el libremercado. Estos eran los “antisistemas”, los “extranjeros”, o los “viejos dirigentes”, quienes simbolizan toda ese panteón demoníaco, y la misión del gobierno aprista era la de exorcizar a la nación con el fin de expulsarlos. Año de inicio de la lucha cósmica: 2006, justo en ese momento:

“(…) dos modelos políticos y económicos pugnaban por el poder: De un lado, la democracia política y económica que aprovecha el avance del mundo y de otro lado el estatismo económico y la demagogia que detiene a los países. Nuestra nación estuvo a punto de caer en el sendero equivocado que conduce a la pobreza y la crisis”[1].

Recordemos: el año 2006 tuvo como candidatos a la presidencia de la república a Alan García, que, en esa época, representaba una visión de centro-izquierda; Lourdes Flores Nano, quien era la llamada a enarbolar la propuesta neoliberal; y Ollanta Humala, el candidato del “lado oscuro”, el enviado del mal encarnado en el presidente venezolano Hugo Chávez. Al final, en la segunda vuelta quedaron García y Humala. La elección para ese entonces ya había alcanzado tintes maniqueos: Alan García representaba la opción “democrática” –estuvo involucrado en actos de corrupción, en violaciones a los derechos humanos (la matanza de los penales), pero era ante todo un “demócrata”–, Ollanta Humala –quien ya tenía en su prontuario político una acusación por tortura y asesinato durante la época de la violencia política– era la figura del autoritarismo, de la pérdida de autonomía política –pues se debía (según los informes periodísticos de la época) a su “amo” Chávez–, y por tanto, era el candidato/caudillo, el que prolongaría el modelo de autoridad que justamente Alan García representa en estos momentos. En esos tiempos mitológicos, el Perú “ganó la batalla”: Alan García derrotó en la segunda vuelta electoral a Ollanta Humala, gracias al voto capitalino esquivo al segundo; pero “la guerra continúa”, los “perros del hortelano” irían demostrando su persistencia, emergiendo en numerosas oportunidades como los “saboteadores” del orden político y de la institucionalización democrática. Nunca estarían más presentes como el 5 de junio del 2009, en las afueras de una pequeña ciudad en la selva norte del país: un numeroso grupo de indígenas amazónicos, quienes habían tomado las carreteras de acceso a la ciudad de Bagua en la región Amazonas como medidas de lucha frente al atropello de sus derechos constitucionales por parte del Estado Peruano –los perros del hortelano mostrarían sus “salvajes” dientes como nunca antes lo habían hecho– fueron desalojados violentamente por la policía nacional, con un saldo de 34 muertos –entre policías e indígenas–, una gran cantidad de heridos y un número no determinado de personas desaparecidas, suceso que pasará a la historia seguramente como una de las leyendas de desaparición y xenofobia más potentes de toda la historia peruana. Para García, la insubordinación de los “chunchos”, que se creían “ciudadanos de primera categoría”[2], era el fiel reflejo de aquella fuerza oscura que opera tras bambalinas: se vieron –otra leyenda contemporánea que pasará a la historia del “Baguazo”– junto a los manifestantes indígenas a bolivianos, venezolanos y cubanos, ejerciendo roles “dirigenciales” en la toma de carreteras; los amazónicos son “pocos, pero tienen aliados”; estos últimos serían en conclusión los representantes del “estatismo económico y la demagogia que detiene a los países” estaban en el lugar de los hechos, moviendo las cuerdas del títere con “la pluma en la cabeza”[3], estos últimos incapaces de representarse a sí mismos, subalternos desprovistos de “voz propia”. Más aún, acólitos del régimen de maldad de la izquierda socialista desfasada que encabeza Hugo Chávez, lo cual no los exculpa de responsabilidad, y esta radicaría en la traición a la victoria del 2006, a flaquear ante la seducción de los petrodólares venezolanos. Los muertos indígenas incluso no son tomados en cuenta como bajas lamentables para el líder de las fuerzas de la “luz”; son ignorados, no mencionados, silenciados de la historia gloriosa del gobierno progresista del APRA: “también, a través de las radios hablan de “genocidio” con cientos de muertos inexistentes.”, muertos que, a su vez, no son de primera categoría. Solo los policías caídos son dignos de mencionar: son los soldados del Estado progresista, los que en un futuro serán los héroes que sostendrán el patriotismo de generaciones futuras; en suma, son los personajes victoriosos que pasarán a la historia mítica del Perú y al panteón de héroes nacionales. La “guerra fría” latinoamericana develada por García aún continúa su rumbo en su mente delirante, en la cual, los indígenas son simples peones de fuerzas cósmicas superiores a ellos: estos son incapaces de representar su propia realidad histórica, y mucho menos aún, de conseguir cierta agencia política por ellos mismos; para García los amazónicos aún continúan viviendo en un mundo inconexo al suyo –al del libremercado y el progreso–, aún se encuentran rumiando su propia mala suerte, su vida de “perros del hortelano” en castas políticamente insignificantes a su mirada cósmica de la historia, a su futuro como salvador de los pueblos.
[1] García. Expreso, 28 de junio del 2009
[2] En: La República. 9 de junio del 2009
[3] Frase nefasta emitida por la Ministra del Interior Mercedes Cabanillas, que pasará a la historia del “Baguazo” como uno de los momentos más desafortunados del gobierno. En: La República. 11 de Junio del 2009.

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