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Antropólogo, pero estudiante de vocación. Tratando de pensar, con resultados modestos

viernes, 8 de abril de 2011

El factor "mediático"

Nos encontramos en la recta final de un de las más mediocres elecciones que mi aún mediana edad ha podido presenciar, y sin duda las personas de mi generación podrán coincidir conmigo en ello. Los circos mediáticos se han convertido en la esencia de nuestra vida política nacional, desplazando alarmantemente al debate programático entre los candidatos que nos pretenden gobernar: en el Perú de finales de la primera década del siglo XXI, quien aspire a ser presidente tiene que probar que no es esclavo de alguna adicción. Esto debela otra cuestión sumamente problemática: nuestro acercamiento a lo político se ha convertido cada vez más en un asunto mediático-marketero, es decir, "vivimos" política en nuestro país a través del espot y la publicidad. ¿Cómo recuperamos nuestra autonomía para pensar fuera de los espot publicitarios y de las campañas de guerra sucia?, tal vez es la pregunta natural que surge de ello.

Más aún, creo que es importante marcar distinciones entre los diversos medios que engrosan los kioscos de nuestro país: sería descabellado meter en el mismo saco a un titular de "El Popular" (donde una noticia "política" sería la "agarradita" mañosa a PPK por parte de una lúgubre señora del Callao) con uno de "La República". Sin embargo, podríamos caer en un gran error si decidimos dar esto por cierto, es decir, creer que existen medios de comunicación que, a diferencia de otros, cumplen la función de ser lo que su nombre señala: medios. La única distinción entre uno y otro, creo, es que apelan a distintas audiencias pero con fines muy propios: unos buscan "colonizar" espacios para el goce público, el cual anhela hacer del mundo una gran parodia; otros, siguen agendas sumamente ideológicas frente a una esfera pública a la que ellos mismos han descrito como "desideologizada".

En efecto, el factor ideológico que los analistas políticos señalan como el "gran ausente" de las contiendas electorales en el Perú en los últimos años, en realidad se encuentra presente de manera soterrada en uno de los actores políticos más importante de una elección: los medios. Por ello, es falsa aquella afirmación común en la actualidad de que cada diario tiene su "preferido" –esto no hace más que sostener la fantasía de una elección "desideologizada"–: creo que existe un compromiso más programático que "personalista" por parte de los medios. Esta es tal vez una verdad de perogrullo, pero lo interesante es que esa misma es negada sistemáticamente.

En contra de esto último se podría decir que el espacio de ausencia al que tanto se hace mención se encuentra en el electorado: son ellos a quienes no les importan las ideologías y votan por quien sienten mayor empatía o menor repulsión, siendo muy pocos lo que tienen un compromiso ideológico con determinado candidato. Sin duda alguna, hay que admitir la certeza de tal afirmación, pero no debemos cometer el error de tomarla como definitiva ¿no son acaso los medios de comunicación uno de los actores determinantes para la formación de conciencia política frente a la casi inexistencia de partidos políticos masivos en nuestro país? Si esto no fuera así, no se explica el porqué gran parte del miedo frente a la candidatura de Ollanta Humala se aloja en la población joven, la cual ya tiene como “natural” la versión del desarrollo expuesta desde el neoliberalismo; esto también explicaría la adhesión de ese mismo sector poblacional a la candidatura de PPK, un neoliberal a carta cabal quién, paradójicamente, se yergue como el candidato del “gran cambio”. ¿No es esto acaso consecuencia de una construcción sistemática desde los 90 por parte de los medios de un sujeto político neoliberal?

Y es justamente la caída de esta construcción subjetiva la que está siendo visibilizada con la llegada de Ollanta Humala al primer lugar de las preferencias populares. Esto ha ocurrido no por méritos del ex comandante, sino por obra y gracia del propio sistema, que ha mostrado sus insuficiencias frente a la irresolución de los problemas sociales del país luego de más de 20 años de aplicar la misma receta neoliberal. Cabe recordar que más del 70 % de la población –según una encuesta a nivel nacional– quieren un cambio de algún tipo.

Ya para culminar, creo que la lección que nos deja esta última elección es la necesidad de construir nuevas narrativas nacionales sobre nuestra propia visión de futuro, una más inclusiva y que rompa con algunos presupuestos tomados como “naturales” –como que a mayor PBI, mayor el nivel de desarrollo alcanzado– ¿No es esa la trampa del neoliberalismo, la de generar un narcisimo economicista nacional –enormes cifras de crecimiento que nos hinchan el pecho– ocultando así nuestros verdaderos problemas como sociedad en su conjunto? Espero que esta vez si sepamos aprovechar la oportunidad de hacer de nuestro pasado algo útil y constructivo.